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Lucida Casual 1.1
Lia Mota
No os emborracheis mucho esta noche en la fiesta.
Un besito
Lia.
***
Durante la lluvia de estrellas de 1937, Lucida Casual seguía teniendo 20 años.De hecho sería la edad que conservaría hasta el día de su muerte.
El día que cumplió 20 años, en Arrepentimiento celebraron su puesta de largo. Lucida Casual, acompañada de su mejor amiga Dolores Lo, se marchó de casa con un largo vestido verde con magnolias estampadas. En el pueblo se comentaba que esa chica pronto encontraría a alguien que la enseñaría a bailar.
Poco después tiradas cerca de la fiesta Dolores Lo le dijo a Lucida.
-Tirada en la hierba no encontrarás marido.
Había estado lloviendo durante todo el día y Lucida casual se dedicaba a estropear su vestido de magnolias rodando por la hierba mojada.
-Nunca volveré a cumplir años –sonrió – hasta que no me enseñen a bailar.
***
Era primavera y las flores olían a flores.Lo primero que hizo Lucida cuando pisó la gran ciudad fue plancharse el vestido con las manos. Lo segundo encender un cigarrillo. Lo tercero apagarlo.Después se dirigió al primer hotel que encontró.Entró con sus maletas. Se presentó. Después se despidió.En el segundo hotel que entró se encendió un cigarrillo. No se presentó, pero se quedo con la habitación. La número 21.La edad que nunca alcanzaría en el hotel Alma.
***
Gabriel Miel, de profesión mago, consiguió la habitación número 20 del Hotel Alma el 7 de Abril de 1937. Era el peor hotel de la ciudad pero a él le gustaba, porque allí entre las luces rojas de la habitación recreaba su espectáculo de tugurio nocturno.Allí escuchaba como Lucida Casual noche tras noche fumaba lentamente su cigarrillo.
Una noche pegó la boca a la pared y susurró:
-¿Quieres que te haga un truco de magia?
A lo que Lucida Casual contestó, entre calada y calada.
-Por favor.
Poco después, mientras le olía el pelo abrazándola fuerte la preguntó:
-¿Qué es lo que quieres?
A lo que Lucida contestó entre calada y calada:
-Recuerdos de una vida que no llevo.
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Por qué escribir...
Lia Mota
Ese juego se llamaba Isla Desierta y consistía en imaginarse en una isla desierta solo, solísimo, sin nadie a muchos kilómetros alrededor y preguntarse si allí, donde nadie le leería, él tomaría un palo y escribiría sobre la arena.
Tardo mucho tiempo en darse cuenta de que su respuesta era sí.
Que aún sabiendo que nadie le leería, él, Charles Bukowski, Henry Chinaski tomaría un palo y comenzaría a escribir.
Andaba pensando que a nosotros no nos ha costado tanto.
Que nosotros ya tenemos nuestro palo y tenemos nuestra arena.
Un besito
Lia.
Os dejo el poema de Buk que al final encontré, espero que os guste...
Garras del paraiso
Mariposa de madera
sonrisa de bicarbonato
mosca de serrín…
me gusta mi barriga
y el tipo de la tienda de vinos
me llama
“Señor Schlitz”
los cajeros del hipódromo
gritan
“¡EL POETA SABE!”
cuando cobro mis apuestas.
Las damas
que entran y salen de la cama
dicen que me aman
cuando pasa a su lado con blancos pies mojados.
Albatros con ojos borrachos,
calzoncillos sucios de popeye
chinches de París,
he salvado las barricadas
he dominado
el automóvil
la resaca
las lagrimas
pero conozco
el destino final
como cualquier colegial que ve
cómo el tráfico aplasta
al gato al pasar.
Mi cráneo tiene una hendidura de
pulgada y media justo en la
bóveda.
la mayor parte de mis dientes está
delante,
me mareo a oleadas en los supermercados
escupo sangre cuando bebo
whisky
y me entra una pena
que llega a hacerse
dolor
cuando pienso en todas las
buenas mujeres que he conocido
y que se han diluido
desvanecido
entre trivialidades:
viajes a Pasadera,
picnics con los niños,
tapones de pasta de dientes
por el desagüe.
No hay nada que hacer
sino beber
apostar a los caballos
apostar a los poemas
cuando las jovencitas
se hacen mujeres
y las ametralladoras
apuntan hacia mí
agachado
tras muros más delgados
que los párpados
no hay más defensa
que todos los errores
cometidos
entretanto
me ducho
contesto al teléfono
hago huevos duros
estudio el movimiento y el deterioro
y me siento tan bien
como cualquiera
mientras paseo al sol.
(Peleando a la contra)
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Las historias de Lucida Casual
Lia Mota
Un saludo Lia
LUCIDA CASUAL #1#
El cartel del portal de Lucida era de un musical que venía de Broadway.
Nunca has visto llover así decía. Y ella se lo creyó cuando al mirar al cielo la primera gota de las muchas que vendrían después la señaló en la nariz.
Tocada.
Poniéndose la chaquetilla de ganchillo sobre la cabeza cruzó la calle a toda prisa para encontrarse con el violinista.
-Nunca te van a tocar así. -Le dijo.
Y ella se lo creyó cuando la punta de los dedos del violinista errante le rozo la chaquetilla de ganchillo abriéndole uno a uno los botones.
-Dicen que encontrarse un botón da buena suerte. Mira todos los que me he encontrado yo.
Al otro lado de la calle ya no había nadie. Los botones de su chaqueta de ganchillo habían desaparecido junto al violinista errante. En la puerta unas frases de despedida. Las mismas que utilizó Lucida para despedirse de aquel pueblo de músicos y bailarinas.
El tiempo necesario para recorrer Arrepentimiento era la duración de una canción silbada.
Cualquiera.
En esos 3 minutos te había dado tiempo a recorrer la calle principal, a pasar por la iglesia, saludar al panadero y a ver el final de la ciudad, el final de la tierra, donde empezaba el mar.
Arrepentimiento era un pueblo al norte de la península. Cerca de gaviotas, y de músicos fracasados que se dedicaban a tocar la gaita antes de tirarse al acantilado. A Arrepentimiento iba la gente a llorar, a olvidarse de las penas antiguas y a ganar unas nuevas, como le pasó a Lucida. Que nació y se crió, arrepintiéndose de haber conocido nada más que a gaiteros y bailarinas.
Era hermoso verlas caer con sus vestidos abiertos sin ningún pudor entre las olas, cuando la hora de dejar de arrepentirse llegaba.
Vivían en el final de la tierra y morían en el mar.
Por eso el día en que el violinista llegó al pueblo, Lucida decidió sacar una sonrisa e ir a observarle al acantilado. Por que allí entre olas y silbidos Lucida conoció al único hombre al que prometería amar el resto de su vida, y al que encontraría en otros muchos hombres a los que también amaría.
Tam. Tam.
Nada, solo el ruido de sus nudillos golpeando la puerta. Las horas que pasó Lucida arrepintiéndose de lo que hizo, las omitiremos.
Aun así nos quedan todas las horas que lloró, que fueron muchas.
Del final de la tierra al principio de la ciudad.
Los campos llenos de agua salada.
- Comenta Lia Mota:
Ok, Ana, Dani: lo del narrador se me fue un poco de las manos. Es cierto que el narrador es capaz de pasearse por la cabeza de todos los personajes y que conoce el pueblo como si fuera el suyo.
Pero solo es uno... supongo que pensaba que cuando decía omitiremos me imaginaba ya al lector quitándole importancia a esas horas de arrepentimiento... fallo mio
También respecto a lo de Arrepentimiento aciertas Ana, es una de las cosas que ando pensando cambiar. Busco nombre, y ando en ello.
Gracias por lo de bonito. Tu profe del insti no tenía ni idea de lo agradable que suena eso.
Besitos Lia.
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